sábado, 21 de junio de 2008

Capítulo número 39

" Su voz trenzó una melodía lánguida, suave, que acabó convirtiéndose en un tema lento, triste y nostálgico. La guitarra acompañó el vuelo de la voz, despertándola de su languidez. La armonía de la voz y la guitarra se convirtió en un río de sonoridades y sentimientos nuevos.

La mística de lo nostálgico superó las barreras de lo creativo. Estaba viviendo el éxtasis estético. Y John sabía muy bien el porqué de esta vivencia.

- Mother!

La mano que pulsaba las cuerdas se detuvo. La mano izquierda cambió de posición en los trastes. Volvió a repetir la melodía perezosamente.

Su sangre ardía, presa de una rabia incontenible. Pero al mismo tiempo su espíritu vivía unos momentos de gran tranquilidad. Las cuerdas de su guitarra, acariciadas por sus dedos, se hacían eco de estos sentimientos contrapuestos.

La canción nacía natural, espontánea, del amor y del odio. Se sentía débil y fuerte a la vez. Sí todo se fundía en la realidad indescriptible de la canción.

- Mother -volvió a cantar.

Era el título, pero ¿qué letra podía poner a la canción? El río de la melodía seguía su propio curso, incontenible. Navegaba hacia un mar de sensaciones musicales puras. La canción nacía y moría al mismo tiempo. Y entonces dejó de tocar.

La última nota se hizo eco de su derrota. Se dejó sumir en el mundo de la languidez y la nostalgia y cayeron derrumbadas las murallas de su castillo de paz. El amor y el odio renacieron, colmando hasta los bordes el vaso de la ira. Se dijo así mismo que aquella era una canción sin sentido, un fantasma, la imagen que él mismo quería crear en un instante vacío.

La inconsistencia de un deseo.

Y mentalmente la hizo añicos, renunciando a su calor y a su realidad. Su cuerpo parecía tranquilo. Pero la lucha interior le hizo perder su equilibrio emocional.

El proceso de autodestrucción que estaba viviendo conscientemente era su único punto de apoyo para continuar luchando. El caos lo proyectó hacia cotas inalcanzables, aun para su sed de venganza. El odio era claro vencedor.

- Mierda - exclamó.

Y el sonido de su voz lo liberó por fin. La canción ya no existía. El recuerdo tampoco. Seguía solo, quemando un silencio estéril. La guitarra se convirtió en una presencia muerta en sus manos. Así que acabó arrojándola sobre la cama y después se marchó de su habitación. Derrotado. "

"el joven lennon"- Jordi Sierra i Fabra

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